Un carajo acostumbrado a que cada rato le pase eso…
Rigoberto, distanciándose de la mujer y los hijos, fue a tomar algo de sol alejado de la orilla de la playa. Le encanta sentir el sol de Barlovento sobre su cuerpo, pero también la leve presión de su hilo dental contra el bulto y la raja, era tan suavecita… la tela y la raja. Medio adormilado repara en que unos muchachos, con pintas de liceístas, llevan como media hora viéndolo, babeando todos, y seguro les babeaba también más abajo. ¡Coño!, piensa.
-Está bien muchachos. –dice llamándolos, alzando las piernas, con el hilo bien metido en la raja y tocándose el bulto.- Vengan y usen esas lenguas por todas partes… Les doy media hora.
Le cayeron como zamuros y cada boca quería lo suyo…
-Hummm… -que rico era bajar a la playa, piensa con una de esas lenguas metiéndosele hondo en… la tirita metida, aunque apartada ahora.
Julio César.
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